Por encima y por debajo de los calcetines (F/M)
Hace algunos años, mis amigos y yo nos reuníamos en una vieja y pequeña casa propiedad de los padres de una amiga. La casa apenas consistía en un pequeño recibidor con dos habitaciones diminutas a casa lado, un comedor cocina con un patio interior también diminuto, un cuarto de baño y una habitación de matrimonio al fondo con una escalera que conducía a la terraza.
Una tarde, estábamos varios amigos y conocidos escuchando música y charlando, cuando una de mis amigas dijo que había invitado a una amiga suya y que llegaría en un rato, pues le había mandado la dirección. Ninguno la conocíamos.
Cuando llegó, vi que era una chica de mi edad (creo que yo tenía 21, 22 o así). Era castaña, pelo liso, delgada, ojos marrones y muy atractiva. Era lo que entonces calificábanos como un poco "choni". Recuerdo que llevaba camiseta de manga corta que dejaba ver si ombligo y unos pantalones largos, pero no recuerdo mucho más.
Estuvimos charlando, pues era muy simpática a pesar de lo diferentes que éramos. Entonces, un amigo le ofreció marihuana (algunos la fumaban entonces) y ella accedió. Fumó un buen rato hasta que se empezó a encontrar mal. Se puso blanca y se fue al baño a vomitar, después estuvo un buen rato en el sofá diciendo que tenía mucho frío. La tapamos, le ofrecimos agua y comida para que se repusiera y al cabo de un rato se empezó a encontrar mejor, aunque siguió tumbada en el sofá.
Mis amigos se fueron yendo y nos quedamos mi amiga y yo con ella, cuidándola. Yo me senté en un brazo del sofá, a sus pies, pero ella me invitó a sentarme levantando los pies, cubiertos por la manta. Yo le dije que los reposara en mi regazo y así lo hizo. Tenía los pies pequeños y llevaba calcetines tobilleros negros, eso lo recuerdo a la perfección.
Nos pasamos así horas, charlando y riéndonos, pero yo no encontraba el pretexto para hacerle cosquillas, hasta que, bromeando, me empujó la pierna con uno de sus pies, como dándome una patada. En cualquier momento podía levantarse y decir que se iba a casa, así que decidí aprovecharlo. Cuando volvió a apoyar su pie en mi regazo, confiada porque no le había hecho nada en mucho rato, le pasé los dedos por la planta del pie, por encima de su fino calcetín negro, a lo que ella empezó a reír y apartó el pie, volviéndolo a dejar inmediatamente. Yo me eché a reír y ella me miró fingiendo enfado, pero no recuerdo lo que dijo. A los pocos minutos volvió a darme una patada y está vez yo la agarré por el tobillo con una mano y con la otra subí su calcetín a la mitad de su pie, dejando su talón y parte de la planta expuesta, aunque cubierta por la manta. Pasé suavemente mis dedos por su tobillo, su talón y su planta, provocando una sonora carcajada y que tratara de liberarse de mi mano. Volví a repetirlo un par de veces, mientras ella reía y movía sus pequeños pies.
Finalmente, no pude ver sus pies, pero sí notar su tacto y hacerles bastantes cosquillas.
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