Mi primera gran experiencia, PARTE I (M/F, F/M)

Había tenido antes varias experiencias satisfactorias que contaré más adelante, pero nunca una sesión de cosquillas y fetichismo de pies como la de aquella noche. Nada me hacía pensar que una jornada de juerga nocturna en las fiestas de un pueblo podía terminar así de bien. 

Era verano del año 2015. Tocaba una banda de versiones que interpretaba clásicos de rock, yo había ido con varios amigos, pero pronto nos empezamos a diseminar. Ves a una persona que conoces, la saludas, mantienes una conversación, ves a otra persona y así, sucesivamente. No estaba siendo la noche más divertida de mi vida, pero estaba a gusto. Había bebido poco y estaba contento.

Después de un buen rato socializando, me cansé y me fui a la verja que separaba el escenario de madera de la primera fila y estuve un rato viendo tocar a los músicos. Justo a mi lado había una mujer coreando efusivamente todas las canciones, lo cual provocó algunos momentos de complicidad cuando ambos nos sabíamos una canción. Nos mirábamos y cantábamos a gritos mientras levantábamos el brazo en señal de aprobación. Después nos empezamos a agarrar con el brazo por encima del hombro como si fuésemos amigos de toda la vida. Hubo mucho feeling

Ella era una mujer algo mayor que yo, de unos 38 años (yo entonces estaba a punto de cumplir 27), muy delgada, de aproximadamente 1'70 y con una preciosa melena negra muy rizada. Tenía los ojos oscuros y una nariz aguileña que daba a su rostro mucha personalidad. Tenía una sonrisa potente que dejaba ver sus encías y dos líneas en sus mejillas que dejaban su boca entre paréntesis. Llevaba una camiseta de tirantes oscura, una falda marrón a la altura del muslo y unos botines marrones que no dejaban ver sus pies. Era muy alegre, muy sociable, sin ápice de vergüenza y no aparentaba haber bebido en exceso.

En un momento dado empezamos a jugar a darnos empujones con la cadera. No recuerdo quién comenzó el juego, aunque seguramente fuese ella. Cuando empezaron a sonar los acordes de una balada, me agarró por la cintura y me apretó contra su cuerpo. Al hacerlo, sus delgados dedos apretaron mi costado y yo me contraje. Ella se dio cuenta y repitió la acción con más insistencia mientras reía. 
- ¿Qué pasa ahí? - preguntó riéndose.
- ¿Qué pasa? No pasa nada. - Le dije con una sonrisa visiblemente nerviosa.
- ¿Seguro? - Repitió la jugada, moviendo sus largos dedos. 
Yo tenía mi mano en su cintura y decidí que la oportunidad era demasiado valiosa para dejarla pasar, así que empecé a hacerle cosquillas en el costado. Ella se echó a reír con fuerza y dobló su cuerpo.
- Jajajajajajaja, cabrón. - Dijo.
- ¿Perdona? - Contesté fingiendo que me ofendía. - Pues mira, eso era lo que me pasaba.
- Vale, ya paro.
Me soltó la cintura, pero durante la noche, el juego de darnos toquecitos con el dedo en el costado siguió durante un buen rato. 

Otra canción en común nos volvió a unir, está vez jugando a bailar agarrados, ella de mis hombros y yo de su cintura, aunque esta vez no le hice cosquillas, pues me sorprendió acercando su rostro al mío y besándome. Yo estaba muy excitado y le seguí también ese juego.
- Vivo cerca. - Me dijo.
Así que, sin ver terminar la actuación, fuimos andando y conversando hasta su casa.

Allí, en su piso, nos sentamos en el sofá y seguimos hablando durante casi media hora. Me contó que estaba separada y que vivía sola desde hacía un par de años. Después me preguntó sobre mí y comencé a contarle, cuando ella se quitó las botas y puso los pies en mi regazo. Pude ver que llevaba unos calcetines tobilleros negros.
- ¿Me estás pidiendo que te dé un masaje?
- Jajaja, ¡te lo estoy exigiendo! - Dijo riendo y moviendo arriba y abajo los dedos de los pies.
- Los cobro caros. - Pero yo ya había puesto una mano sobre sus dos empeines, aunque debo reconocer que estaba hecho un manojo de nervios en ese momento. Notaba mi voz temblar y temía que ella lo notara. Me quedé unos segundos bloqueado, a lo que ella reaccionó acercando uno de sus pies a mi cara para fingir que me daba una patada.
- Es broma, no te voy a obligar, si no quieres. - Dijo sonriendo, tal vez creyendo que mi reacción se debía a que me daba asco o aprensión, nada más lejos de la realidad. Esa frase me sirvió para darme cuenta de la oportunidad que me estaba brindando la noche, así que le agarré rápidamente por encima del tobillo y le saqué el calcetín. Seguidamente, le quité el otro.
- Aaanda, trae, boba. - Ella se echó a reír a carcajadas y yo pensé malicioso que esa no iba a ser la única vez que lo hiciera esa noche.

Empecé a masajearle las plantas, las tenia algo arrugadas, pero sorprendentemente suaves para su edad. Tenía los dedos largos, con el dedo que seguía al gordo más largo que el resto, las uñas sin pintar y unos empeines con las venas y tendones algo pronunciados. Eran pequeños para la estatura de ella, aunque tampoco demasiado pequeños. En conjunto, sus pies me parecieron muy atractivos. Eran los pies de una persona madura, pero se notaba que se los cuidaba.
Seguí con el masaje y ella parecía estar a gusto.
- ¿Qué tal se me da? - Le pregunté.
- Pues nada mal, oye. - Respondió mirando mis manos trabajar.
Como no sabía cuánto iba a durar ese maravilloso momento de tener sus pies en mis manos, decidí echarle valor y decirle algo que nunca antes le había dicho a una mujer.
- Tienes los pies bonitos. - No sé de dónde saqué el valor y las décimas de segundo que pasaron hasta que me respondió se me hicieron eternas. Aunque me esforcé por darle a la frase una naturalidad neutra que no denotara excitación, se me pasaron muchas cosas por la cabeza en ese breve instante. ¿Pensaría que soy un bicho raro? ¿Se sentiría incómoda? ¿Terminaría ahí el masaje? Pero algo interrumpió esos pensamientos que llegaron y se fueron como un destello. Ella había subido el pie que no le estaba masajeando y me estaba acariciando la cara y el cuello con sus dedos. 
- Gracias por el cumplido, hombre.
Yo reí como si me estuviera gastando otra broma, pero su pie siguió recorriendo mi mejilla arriba y abajo. En un momento dado, pinzó el lóbulo de mi oreja con sus dedos y estiró. Esto le provocó a ella misma una carcajada burlona, así que yo respondí agarrando su pie y dándole un suave mordisco en la planta. En ese momento era todo o nada, y parece que ambos escogimos ir con todo. Sorprendentemente, su reacción no fue exactamente la que me esperaba. Su cara fue una mezcla entre risa contenida y placer. Su pie se contrajo y se arrugó. Me quedé parado, mirándola fijamente con su pie muy cerca de mi cara, así que ella acercó el pie a mi barbilla y mi labio inferior, moviendo sus dedos para abrir mi boca. Mientras hacía esto, su otro pie comenzó a restregarse por mi entrepierna, momento en el que mi excitación ya era algo imposible de esconder. 

Como hasta el momento, toda la iniciativa la estaba tomando ella, ante mi estupefacción, decidí llevarme su pie a la boca y chupar sus dedos lentamente. 
- Uuufffffffffff... - Dijo alargando mucho la efe final, mientras cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás.
- ¿Esto te gusta? - Le pregunté, aunque casi no me salía la voz.
- Calla y sigue. 
- Sí, señora. - Esto despertó una leve sonrisa que interrumpió momentáneamente su éxtasis. Alterné besos suaves con caricias con la lengua en sus dedos, entonces ella volvió a hablar:
- Hostia, nunca me habían hecho esto y mira que me han hecho cosas, pero no veas. - dijo sin abrir los ojos. La frase me animó todavía más y empecé a chupar sus dedos con más insistencia. Sonó otro "uuufffffffffff" mezclado con un conato de risa, lo cual aumentó mi excitación, pues hasta entonces apenas había dado señales de tener cosquillas en los pies, más que la del mordisco y esa. El pie de mi entrepierna había parado, tal vez se olvidara de ella debido al placer que estaba sintiendo, así que lo agarré también y me lo llevé a la boca junto al otro. Volví a hablar:
- Para que no tenga envidia. - Ella volvió a sonreír, pero no dijo nada, solamente respiraba de manera entrecortada y soplaba muy levemente. Seguí lamiendo sus dedos y me dijo:
- Sigue un ratito más, porfa.
- No tenía intención de parar. - Esbozó otra media sonrisa, pero seguía con los ojos cerrados.

Yo continuaba, preguntándome y se trataba de un sueño y me iba a despertar en mi cama de un momento a otro. De repente, agarró rápidamente mi muñeca izquierda y la llevó a su entrepierna. Cómo había podido ser tan torpe, si quería que aquello siguiera pareciendo un acto casual, no debía haber olvidado el resto de su cuerpo, pero mi obcecación con sus pies me pudo. Otra vez ella llevaba la iniciativa, aunque tampoco parecía molestarle. 

Mi mano notó el calor de su entrepierna, completamente húmeda, así que ahora debía coordinar bien mis movimientos. Ella movía las caderas arriba y abajo, frunciendo su ceño y dando gemidos flojitos, cuando, de nuevo de un sobresalto, apartó sus pies de mi boca, se levantó y me agarró las muñecas.
- ¡Ven!
Se tumbó bocarriba, con las piernas levantadas y me indicó para que me pusiera sobre ella, de rodillas. Ella misma introdujo mi pene en su vagina. Otra vez volví a ser algo torpe, aunque creo que no demasiado. Entonces, mi mayor terror fue terminar antes de lo previsto, así que dejé de lamerle los pies, a pesar de que los tenía muy cerca de la cara, y me centré en el acto, moviendo acompasadamente mis caderas con las suyas. Agarré sus pequeños pechos, su cara y su cuello, alternando movimientos y tratando de no ser demasiado torpe. La besé y mordí, ella arañó mi espalda. Parecía gustarle el toque salvaje, así que seguí mordiendo sus pechos y cuello mientras la respiración de los dos se aceleraba cada vez más. Fue un milagro más que yo llegara hasta ahí, después de lo excitado que me había dejado el hecho de adorarle los pies. Pero, pensándolo bien, aquella estaba siendo una noche milagrosa. Ella terminó y al cabo de unos instantes lo hice yo, justo en el momento en que nuestras lenguas estaban entrelazadas. 

Un final apoteósico que bien podría haber servido para poner punto final a una noche increíble, pero la noche aún no había terminado para mí.

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