Cosquillas a dos roles con una escort (F/M M/F)
Algún día contaré mis dos primeras experiencias con escorts, las dos bastante decepcionantes, debido a la inexperiencia y los nervios. Pienso que es importante contar también las malas experiencias, pero como en este blog no sigo un orden cronológico de mis anécdotas y hoy me apetece contar alguna buena vivencia con muchas cosquillas, hablaré de uno de mis últimos contactos con una escort.
Hice varias llamadas, como suelo hacer en estos casos (antes no, por eso tuve malas experiencias). Según lo que me apetezca ese día, explico con detalle mi fetiche o soy algo más enigmático a la hora de contarles lo que quiero. A veces, cuando les propones hacerles cosquillas y te dicen que sí sin dudarlo, suele ser porque no tienen demasiadas o directamente, nada de cosquillas. Por ello, esta vez decidí seguir una estrategia arriesgada, pero diferente.
Me apetecía hacer y recibir ese día, pero en vez de mencionar las cosquillas, opté por preguntar por servicios relacionados con el fetichismo de pies y algo de sado suave. Cuando atendía la dama de alguna casa, la cosa se quedaba ahí, pero al hablar con un par de particulares que me dijeron que sí hacían fetichismo de pies, decidí preguntarles si tendrían algún problema en tocarme los míos. Las tranquilicé hablándoles de mi higiene personal y les dije que no tenían porqué chuparlos, solamente tocarlos con las manos. Una de ellas me dijo que prefería que sólo se los tocara yo, la otra me dijo que no tendría ningún problema en tocar mis pies, así que decidí guardar ese último número de teléfono.
Aunque lo de no mencionar el tickling es arriesgado, ya que pueden no tener nada de cosquillas, lo prefiero antes que una que vaya predispuesta a fingir sus reacciones. Si me encuentro con una nada cosquillosa, siempre puedo ser yo su víctima y pasarlo realmente bien de todos modos.
Cuando anduve por la zona que me había indicado la chica en la primera llamada, la volví a llamar para concretar la cita. Me dio la dirección exacta y me dijo que en 20 minutos estaría libre. No lo voy a negar, aunque no era mi primera ni mi cuarta vez, estaba hecho un manojo de nervios. Siempre lo estoy cuando acudo a una escort.
Era un piso seminuevo en una avenida bastante ancha, pero poco concurrida en verano, a las 15 de la tarde. Al indicarle por WhatsApp que me encontraba en el portal, me abrió y subí. Era un cuarto o quinto piso, no lo recuerdo, pero subí andando. Siempre lo hago, ya que siempre me ha dado pánico quedarme encerrado en el ascensor en una situación como esa, además de que me da vergüenza coincidir con vecinos. En la escalera corría aire fresco, así que no sudé. Mis pies tampoco lo hicieron, pues llevaba chanclas, ya que me había cambiado el calzado en el coche.
Al llegar al piso, encontré la puerta abierta y pasé. Como de costumbre en ese tipo de pisos, había poca luz y todas las persianas estaban bajadas. Me recibió una chica de unos 43 a 45 años. Yo tenía 32 entonces, pero nunca me ha importado la diferencia de edad si son mayores que yo.
Era rubia, con unos grandes y redondos ojos verdes, la nariz aguileña y algo delgada. Era española y muy simpática, aunque algo en su aspecto me hizo sospechar que tal vez era consumidora de algún tipo de droga, lo cuál yo detesto, pero no vi nada que confirmará aquellas sospechas. También me fijé en que tosía bastante. Me dijo que estaba resfriada.
Hablaba muchísimo, lo que también me hizo pensar que podía tomar cocaína o algo parecido. Ciertas señales como aquellas me hicieron sentirme algo incómodo, aunque su simpatía y su amabilidad me tranquilizaron.
Tras lavarme en el baño, le indiqué que yo era el chico que le había dicho lo de los pies. Ella me los miró y a continuación se miró los suyos.
- Ay, lo malo es que no los tengo arreglados. - Me dijo.
- No importa, no será para tanto.
Llevaba un camisón de tela fina azul claro y unas zapatillas de estar por casa. No llevaba calcetines. Me preguntó que cómo quería empezar y le dije que, si quería, podía empezar yo a masajear sus pies.
Se tumbó en la cama y me indicó que en la mesita había aceite de masaje. Le dije que primero prefería empezar sin aceite para notar el tacto de sus pies. Eran largos, con algo de juanete, pero no demasiado. Las uñas sin pintar y la plantas, suaves al tacto. No estaban descuidados. Comencé a masajear la planta de uno de sus pies y ella no dejaba de hablar, me resultaba muy gracioso que fuera tan dicharachera, así que decidí dejarla hablar mientras me llevé los dedos de su pie a la boca y los puse entre mis dientes, sin llegar a morderlos, recorriendo mi lengua por cada uno de ellos. Esto hizo que interrumpiera su charla de golpe y me dijera.
- Ay, cariño, tengo muchas cosquillas.
Me lo dijo con cierta preocupación y el semblante serio, así que aparté su pie de mi boca y le pregunté si prefería que parara. Me dijo que no, que no me preocupe, que lo decía por mí, por si se reía y me molestaba.
Todas mis preocupaciones se disiparon en ese momento, dando paso a una intensa excitación que no había llegado hasta ese momento.
- ¿Te cuento un secreto? Yo también tengo muchísimas cosquillas, - le dije sonriendo.
Su expresión cambió, pareció tranquilizarse.
- Pues no sé cómo pretendes que nos toquemos los pies. - Me dijo riéndose.
- ¿Te cuento otro secreto?
- Dime.
- Me vuelven loco las cosquillas, me encantan.
Se empezó a reír a carcajadas, aunque yo no le estaba haciendo nada.
- Es en serio, es mi otro gran fetiche.
- ¿Pero que te las haga yo? - Me preguntó.
La miré y sonreí con malicia.
- Que nos las hagamos los dos. - Le dije.
- Ay, yo lo paso fatal, te lo advierto.
- ¿Pero te dejas hacer? - le puse pucheritos y cara de pena, lo que hizo que se empezara a reír nerviosa.
- Jajajajajaja, pero no seas muy malo, eh.
- Lo justito, va. Pero yo sí que quiero que seas mala conmigo cuando te toque vengarte.
Volvió darme su pie y cerró los ojos nerviosa. Le dije que se tranquilizase, que primero quería seguir adorando sus pies. Le dije que eran preciosos, y no mentía.
Besé su planta, que olía bien y esto no le provocó reacción. Tampoco el lametón que le propiné desde el talón hasta los dedos le hizo demasiadas cosquillas.
- Esto lo aguanto, por eso siempre digo que sí cuando me pedís fetichismo de pies. - Me dijo.
Estaba menos habladora y algo tensa, pero no perdió su simpatía.
Empecé a mordisquear sus plantas, es algo que me gusta hacer, aunque más que mordiscos, son cosquillas con los dientes que suelen provocar muy buenas reacciones en los pies más sensibles. Ella no fue una excepción.
- Ay, ay, ay, ay, eso no, porfa.
Se notaba que hacía esfuerzos por no apartar su pie para dejarme disfrutar de él, o tal vez para no darme una patada. Su pierna estaba tensa y su cara se contraía, aunque se resistía a reír.
Ella estaba boca arriba, así que le hice extender sus pies y yo me tumbe a su lado, pero de lado y con mi cara y manos a la altura de sus pies. Comencé a pasar las yemas de mis dedos lentamente por sus dos plantas y ahí no pudo controlarse y empezó a moverlos arriba y abajo y a reír con fuerza, cosas que había estado conteniendo hasta ese momento. Yo me excité muchísimo y me reí. Abracé sus pantorrillas para inmovilizar sus pies y ella gritó.
- ¡¡Ay no, no, no, no, no!!
Mis dedos recorrieron sus pies con más intensidad que antes y ella trató de soltarse.
- ¡Ay, qué malo eres! - Dijo entre risas y alguna tos cigarrera.
Como mis pies descalzos quedaban a la altura de su cara, noté cómo me hacía cosquillas en uno de ellos, así que lo aparté.
- Oye tú, tramposa. ¿Quién ha dicho que me toca a mí?
- Lo digo yo - dijo malévola volviendo a hacerme cosquillas en el pie.
- Vale, pues espera, hagamos las cosas bien. Yo he empezado con un masajito.
- Eso es verdad, trae. ¿Quieres crema?
Había olvidado la crema, pero le dije que, de momento, no, que ahora quería notar yo el tacto de sus manos.
Me agarró un pie y empezó a masajearlo suavemente. Se notaba que no era una gran masajista, pero la suavidad con la que tocaba mis pies no pudo evitar que diera un respingo debido a lo extremadamente sensibles que los tengo.
Me miró y se echó a reír.
- No seas maaaala. - le dije.
Me sorprendió lo siguiente que hizo, supongo que por imitar mis movimientos con ella, pero mi sorpresa cuando se llevó los dedos de mi pie a la boca fue enorme. Noté su lengua caliente y húmeda bajo mis dedos, una sensación que no estoy acostumbrado a experimentar, la de una chica adorando mis pies, pero que me vuelve loco. Aunque esto me hizo cosquillas, mi reacción fue gemir y cerrar los ojos. Mi pie tembló y creo que, seguidamente, lo hizo todo mi cuerpo. Empezó a besarme la planta del pie y esto me provocó unas intensas cosquillas que me hicieron reír tímidamente.
Después se sentó sobre mis espinillas, de espaldas a mí, que estaba en ese momento boca arriba.
- ¿No querías que fuera mala?
Y comenzó a recorrer las plantas de mis pies arriba y abajo con las yemas de sus delgados dedos, lo que provocó que empezará a reír desesperado ante el ágil movimiento de sus manos, pero tratando de mantener los pies quietos, aunque no podía evitar moverlos hacia los lados, que era el único movimiento que me permitía la postura.
Como su espalda y su cintura estaban expuestos, me incorporé sobre mí mismo y comencé a hacerle cosquillas en los costados, lo que provocó que diera un salto y emitiera un grito agudo.
- ¡AY! Cabrito.
Se lanzó sobre mí y me atacó las costillas y costados, yo empecé a retorcerme y a reír tratando de liberarme y conseguí darle la vuelta y tenerla debajo mío.
Ataqué sus axilas y costillas.
- Jajajajajajajajajajaja. Ahí no, por favor.
Empezó a toser y a reírse a la vez, así que paré un poco para dejarla respirar.
Nos tumbamos uno al lado del otro y ella me miró sorprendida, sonriendo y con la cara completamente roja.
- Lo estoy pasando mal pero me estoy divirtiendo, chico. Déjame descansar un poco, va.
Así que me tumbé boca arriba y le pedí que me hiciera cosquillas suaves en el abdomen y costados.
Ella obedeció y empezó a darme caricias en la barriga con las yemas de sus dedos. Agradecí que no llevara las uñas largas.
A cada suave movimiento que hacían sus dedos, mi vientre se contraía y yo producía leves gemidos que le hicieron muchísima gracia. Pero al acercarse a mis costados, sus caricias me provocaron unas cosquillas tan intensas que comencé a dar saltitos y a gemir más fuerte.
- Jajajajajajajaja, pareces la niña de El Exorcista, jajajajajajajajaja.
- Los costados son mi punto débil. - Le dije con la voz temblorosa y sin dejar de retorcerme.
- Ya veo, ya, te tiembla todo el cuerpo.
La chica estaba bastante sorprendida con mis reacciones, pero estaba disfrutando más como torturadora que como víctima. De pronto acercó su boca a mi vientre y me empezó a recorrer la barriga con la punta de la lengua.
- Dioooooosssss.... - alcancé a decir.
Jugaba con la lengua y después comenzó a usar también los labios, esto me hizo estallar en carcajadas.
- JAJAJAJAJAJAJA. DIOOOOOOSSSSS.
Me daba apasionados besos que mi cuerpo recibía como descargas eléctricas que me hacían estallar de risa.
- Pero bueno, ¿tantas cosquillas tienes? - Me preguntó sorprendida entre risas.
- JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA. - Es lo único que alcancé a decirle, mientras seguía recorriendo sus labios y lengua por mi abdomen.
- ¿Así que tus costados es tu punto débil? ¿Por aquí?
Y empezó a mover su lengua a toda velocidad por uno de mis flancos.
- ¡AAAAAAAAAAHHHHHAHAHA! - Mi grito parecía más un gemido agudo mezclado con risas y mi cuerpo se tensó de pronto. La sensación que me hizo sentir su boca por mi costado fue tan intensa que llegué a pensar que iba a correrme en ese momento, así que le dije que parara un poco.
Como no estaba atado, me puse sobre ella y la agarré de las muñecas con ambas manos. Notaba mis mejillas enrojecidas y la miré casi jadeando.
- Te vas a enterar.
Y empecé a darle lametones en las axilas sin piedad. Primero en una.
- HOSTIA, NO, JAJAJAJAJAJA.
Luego en otra.
- NOOOOOOOO, JAJAJAJAJAJAJACOFCOFCOF...
Estaban algo sudadas, pero no me importó. Notaba cómo sus músculos trataban de huir de mi lengua y su cuerpo se movía de un lado para otro. Solté una de mis manos, dejando la otra sosteniendo las suyas y empecé a hacerle cosquillas en las costillas mientras mi lengua seguía jugando con su axila.
- HIJOPUTA, JAJAJAJAJAJAJAJAJA.
Pero se retorció de tal manera que logró soltar sus manos de la mía y comenzó a suplicar.
- Para, por favor, que yo no disfruto tanto las cosquillas como tú.
La miré con compasión y empecé a besarle suavemente la barriga, lo que no le hizo tantas cosquillas como a mí.
- Ay, así mejor.
Le besaba y lamía la barriga y los costados, que sí la hacían estremecerse un poco, pero sin llegar a reírse. Le besé y lamí también las costillas y entonces sí dio algunos saltos acompañados de risas.
- Mi punto débil son los sobacos y las costillas. - Me dijo, algo más relajada que antes. - Bueno, y los pies.
La miré y me reí. Había olvidado sus pies.
Bajé y empecé a lamerlos con la lengua, lo que hizo que los tensara, pero sin llegar a apartarlos. Recorrí de nuevo sus plantas, desde el talón hasta los dedos, donde se estremecía cuando llegaba mi boca y reía con timidez.
- Se está acabando el tiempo, cariño, ¿no te quieres correr?
Claro que quería, si ya había estado a punto.
Le expliqué que prefería terminación manual y le pedí que lo hiciera repitiendo los besos por mi abdomen y costados. Se empezó a reír.
- Te ha gustado eso, eh.
Agarró mi pene y me empezó a masturbar lentamente mientras me recorría la lengua por el vientre y yo me contraía y estiraba cada vez más. Como si adivinara mi inminente éxtasis, empezó a lamer uno de mis costados, mientras con la mano que le quedaba libre jugueteaba con los pelos de una de mis axilas.
Mi risa disminuyó hasta convertirse en un largo gemido, estallando en un orgasmo mientras todo mi cuerpo temblaba de placer y las gotas de semen caliente resbalaban por su mano y mi ombligo.
Siguió lamiendo unos segundos mi cintura y agitando mi pene hasta que se detuvo y me miró.
Yo estaba como si me hubieran dado un sedante, con los ojos entreabiertos y la mirada perdida en sus verdes ojos.
Me limpió con una toallita y me vestí mientras me hablaba de la experiencia. Me dijo que nadie le había pedido algo así y que, salvo en su parte como víctima, se lo había pasado genial ese rato. Me dijo que volviera cuando quisiera y es una cuenta que tengo pendiente.
Ojalá pronto.
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