Locuras de juventud (M/F)

Era primavera del 2008, creo, mis amigos y yo habíamos salido la noche anterior por Valencia (una ciudad que no es la mía) y nos quedamos a dormir en un piso compartido de un amigo que entonces estudiaba allí. A la mañana siguiente, yo me levanté pronto, desayuné y me quedé esperando a que se levantaran, pero entonces decidí que no iba a esperar allí sentado, así que salí a la calle a dar una vuelta.

Salir sin un rumbo determinado por una ciudad que no es la tuya siempre me ha parecido algo muy relajante, y puesto que la noche anterior no había sucedido nada demasiado relevante, yo estaba ávido de emociones. Empezaba la época de calor y la gente ya empezaba a vestir con ropa veraniega, así que estuve un buen rato mirando disimuladamente los pies de las mujeres que pasaban con sandalias, chanclas y todo tipo de calzado de la época. 

A pesar de que había desayunado, siempre he sido un gran comedor y más a aquella edad, así que busqué un supermercado para comprarme algo de comer. Debía ser viernes o sábado, porque estaba abierto. Al llegar a la puerta, me fijé en una chica joven que estaba sentada en la acera sobre una especie de sábana pidiendo dinero. Entonces era muy común ver a mujeres rumanas de etnia gitana pidiendo dinero en los supermercados, pero esta chica era joven, debía tener unos 22 años, no más. Era muy guapa, de piel morena y unos preciosos ojos verdes. Llevaba un vestido hasta los tobillos y su característico pañuelo en la cabeza con un nudo a la altura de la barbilla, las piernas extendidas y los pies cruzados. Me quedé un momento mirando sus pies, mientras buscaba algo suelto para darle. Eran bonitos, limpios (se notaba que se había descalzado al llegar), con los dedos redondeados y sonrosados, igual que sus talones. Entonces, le hice un gesto con la mano indicando que esperase a que saliera y ella me sonrió.

Cuando salí, me fui hacia ella y me puse en cuclillas, justo frente a las plantas de sus pies. Ella me sonrió de nuevo al ver que le iba a dar dinero. Pasaba gente, pero como nadie me conocía, no me importó, así que comencé a buscar mi cartera con una mano, mientras con la otra fingí rozar sin querer la planta de uno de sus pies. Ella apenas lo movió un poquito y eso hizo que el corazón se me acelerara, así que la miré, le puse el dinero sobre la sábana y comencé a hacerle cosquillas en los pies con ambas manos, pasando las yemas de mis dedos por sus plantas, ella los agitó y comenzó a reír a carcajadas, mirándome perpleja. Yo le sonreí y me fui. 

No me juzguéis, hoy por hoy no haría algo así, puede que fuera una falta de respeto, pero en aquella época era joven, tenía las hormonas disparadas y necesitaba hacerle cosquillas a alguien.

Al cabo de un rato volví a pasar y me fijé en que había cruzado las piernas en posición flor de loto, quizá para evitar otro ataque de cosquillas. Cuando me vio, me sonrió agradable y yo le devolví la sonrisa.

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