Baile, cosquillas y un susto con una escort muy marchosa (F/M, M/F)

Era una tarde lluviosa de otoño, por lo que ya había anochecido y el cielo estaba oscuro. Necesitaba unas buenas cosquillas para darle un toque de color al día, así que llamé a varios anuncios. En el último, me contestó una mujer y me informó de las tarifas y de cuántas chicas había en el piso, le dije que me interesaba el fetichismo de pies y le pregunté si alguna de las chicas estaría dispuesta a tocarme a mí los míos (esto lo pregunto a raíz de que una chica, cuando le pregunté por teléfono si me haría cosquillas, me dijo que en los pies no porque en general le daban asco), a lo que me respondió que ninguna tendría problemas, que hablara con ellas. 

El piso no estaba lejos de casa, el portal estaba abierto, así que entré, subí dos pisos andando y llamé al timbre. Me abrió una mujer de unos 50 años, me llevó hasta una habitación que había al fondo del pasillo, con música sonando en una radio y un gran cama de matrimonio. Una vez entré, me dijo que esperase allí. Al cabo de unos minutos, entraron varias chicas, presentándose de una en una. No las recuerdo a todas, pero eran varias. Una era bastante mayor, de unos 48, morena y bastante seria. Aún así, le pregunté si le gustaba el fetichismo de pies y me dijo que sí, le pregunté si podía ver sus pies y me los mostró sin quitarse los tacones, después se fue. Otra de ellas (no recuerdo el orden) era jovencita, castaña y rellenita, muy guapa de cara. Le hice las mismas preguntas, me dijo que sin problema y me mostró sus pies, eran bonitos, así que le pregunté si eran suaves y me dijo que los tocara. Obediente, le pase los dedos por la planta, pero no se inmutó.
- ¿No tienes cosquillas?
- No muchas. - Contestó.

Al final, me quedé con la que más atractiva me pareció, a pesar de que no quiso que le tocara los pies cuando se lo pedí, respondiéndome con evasivas pero sin perder o simpatía. De todos modos, pude verlos a través de sus zapatos de tacón con tiras. Decidí arriesgarme, pues ya sabéis que cuando no son cosquillosas, me conformo con que me hagan cosquillas a mí.

Era una mujer de unos 38, madurita, de raza negra y, por el acento, creo que dominicana. Tenía un cuerpo espectacular, fibroso y terso, era de estatura media y tenía un hermoso pelo largo liso. Cuando le dije a la mujer de la casa que la elegía a ella, tardó unos cinco minutos en entrar, lo cuál se me hizo eterno pero os adelanto que mereció la pena.

Entró como un torbellino, con un picardías negro y descalza, imagino que para que viera sus pies, bailando la música que sonaba en la radio de la habitación y agarrándome los brazos para que bailara con ella.
- Ay, no seas parado. - Me decía.
- Es que no sé bailar, jajaja. 
- Yo te llevo.

Bailé unos segundos con ella, pero en seguida le dije que eso no era lo mío. Lo recuerdo por la gracia que me hizo su reacción. 
- Aaay, qué chico tan serio. - Y me tiró contra la cama de un empujón, riéndose.
Yo me empecé a reír.
- De serio nada, eh.
- Pues lo pareces.
Entonces se tumbó conmigo en la cama y me dijo que me quitara la ropa. Yo me empecé a quitar la sudadera y le pedí que me ayudara con las botas.
- Ay, como los niños chicos. - Me empezó a quitar una bota y luego la otra.
- Ahora los calcetines. - Le dije con cara de niño bueno.
- Pero bueeno, tú eres un sinvergüenza. - Se echó a reír.
Me parecía muy simpática y descarada, lo cuál me dio total confianza en todo momento. Ella me quitó los calcetines y yo empecé a mover los dedos de los pies.
- Y ya si me haces un masaje te lo agradecería mucho.
- ¿Quieres que te sobetee los pies?
- Sobetea, sobetea. Pero tranquila, que yo te voy a dar un buen masaje en los tuyos. Trae p'acá. - Le dije indicando que me acercara los pies.

Nos acomodamos bien para llegar cada uno a los pies del otro. Empezó ella a masajearme las plantas, yo me quedé mirando los suyos. Tamaño medio (tal vez un 40), uñas cuidadas, plantas arrugadas algo ásperas, dedos bien alineados y ese contraste de la planta al resto de la piel que me encanta en las mujeres negras.
Empecé a masajearlos, pero no tardé en querer algo más, así que me llevé sus dedos a la boca y empecé a recorrer mi lengua por todos ellos.
- ¿Te gusta eso?
- Me da cosquillitas, pero sí. 
Yo notaba en su expresión que le hacía cosquillas, por eso siempre empiezo con técnicas suaves con los dedos o con la boca, porque es la manera más efectiva de saber si unos pies son sensibles de verdad. Sus reacciones no eran muy exageradas, pero el tacto con mi boca le sacaba una sonrisa que trataba de evitar y eso me excitó.

Ella seguía masajeando mis pies, pero no me hacía muchas cosquillas a pesar de lo sensibles que los tengo. Por lo que yo empecé a acariciar sus plantas con mis uñas simulando una arañita que subía y bajaba.
- Ay, noooo. Jajajajajaja.
Paré, la miré y me reí. Era lo suficiente cosquillosa como para pasar un buen rato con ella.

Yo creí que ella me iba a responder con cosquillas, pero no lo hizo, así que le dije:
- Yo tengo muchísimas cosquillas.
- No me digas. Pues pórtate bien o te haré cosquillas yo a ti.
- Ya, lo que pasa es que a mí me encanta que me hagan cosquillas. - Le dije mirándola fijamente.
- ¿Es en serio?
- Totalmente. Y cuanto más me río, más me gusta.
- No te creo.
- Te lo prometo, me excita muchísimo que me hagan cosquillas.
Ella se me quedó mirando extrañada.
- ¿Cómo? ¿Así?
Y empezó a pasar sus uñas por la planta de uno de mis pies. Las tenía un poco largas y afiladas, cosa que suele molestar, si no se hace bien, pero lo hizo de forma tan suave que mis pies se empezaron a agitar de forma involuntaria y ella empezó a reírse de mis movimientos. 
Sentir sus uñas recorriendo mis plantas, sus manos agarrando mis pantorrillas y su pelo cayendo sobre mis empeines me excitó muchísimo, así que decidí retarla:
- Bueno, me has hecho cosquillas, pero tienes que conseguir que me ría.
- ¿Quieres que te lo haga pasar mal? - dijo entre riéndose y extrañándose. Entonces, volvió a pasar sus uñas con un poco más de intensidad y yo solté un amago de risa que traté de contener, mis pies temblaron en un espasmo pero intenté no apartarlos para seguir recibiendo su tortura.
- No me des una patada. - Me dijo.
- Todavía no me he reído.
- Tú vas a ver. - Su acento latino me encantaba. Abrazó mis piernas y pasó rápidamente sus dedos por toda la planta de mis pies. 
- No me estoy riendooooo, jajajajajajajajajajajajajaja, no me estoy riendooooo...
Al agitar tanto los pies, me soltó por miedo a que le diese una patada, lo que aproveché para agarrar los suyos y empezar a hacerle cosquillas.
- Aaay, jajajajajajajajajaja. - Su risa rasgada y el tacto de sus plantas arrugadas me excitaron todavía más. Entonces me abalancé sobre ella, haciendo que quedara tumbada boca arriba, agarrando sus muñecas y colocándolas sobre su cabeza. Supongo que ella creyó que quería mantener sexo en ese momento y por eso bajó la guardia. Yo miré sus axilas, oscuras y con alguna puntita de vello ya asomando y empecé a pasar las yemas de mis dedos con bastante velocidad.
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
El grito fue tan fuerte y tan exageradamente agudo que oímos unos pasos corriendo y la puerta se abrió de pronto. Eran la mujer de la casa y otra de las chicas que se me había presentado al principio, la mujer mayor seria que me mostró los pies con los tacones. El corazón me dió tal vuelco que me quedé mudo, pálido y sin saber qué hacer. Estaba ahí plantado y desnudo. Ella comenzó a reírse.
- Chicas, está todo bien. Es que me está haciendo cosquillas este muchacho.
Las dos mujeres se miraron, medio riéndose, entonces yo me relajé un poco. 
- Perdón. - Les dije algo avergonzado aunque algo más tranquilo. - Si queréis quedaros a vigilar, no me importa.
Cerraron la puerta y oí como se reían a través de ella. Miré a la chica y nos empezamos a reír. Jamás me había pasado nada parecido y el corazón me iba a mil por hora.

Después del susto, me dijo.
- Es que mis axilas son muy cosquilludas, no me avisaste.
- Perdón, iré más despacio ahora.
- Ah, ¿pero me vas a hacer más?
Nada más dijo esto, le pase los dedos por la axila. Como ya no la tenía agarrada por las manos, bajó los brazos, aprisionando con fuerza mis dedos, que quedaron inmóviles en su axila. Esta vez también se rió con bastante fuerza. Yo paré un momento por si volvía a entrar alguien, pero ya no entró nadie. Entonces saqué mi mano y le empecé a atacar las costillas con ambas manos.
- Ay no, por favor te lo pido. Jajajajajajaja.
Definitivamente, su cuerpo era más sensible que sus pies. Se movía de un lado para otro desesperada. Para mi sorpresa, vi que su barriga no era nada sensible, al menos comparada con sus axilas y costillas. Sus costados sí le provocaron alguna reacción, pero decidí volver a la zona verdaderamente sensible, provocando que volviese a estallar en carcajadas. Yo le hacía cosquillas en sus costillas mientras trataba de apartar mis manos y reía nerviosa mostrando sus blancos dientes, a las axilas apenas me dejaba ya acceder. Entonces me agarró las muñecas y me dijo:
- Ay, ya, porfa.
Como quedaba poco tiempo, le dije que podía vengarse.
- Sí que me voy a vengar.
Me puse boca arriba, como había estado ella antes. Se colocó sobre mis caderas y empezó a pasar las uñas por mis costillas y bajo mis axilas, yo solté una carcajada y me empecé a remover. Le dije que mi punto débil eran mis costados y allá que bajó, provocando lo de siempre, que empezara a reír y a dar saltos como si estuviera poseído. Ella reía, como hacen todas cuando me ven reaccionar así a las cosquillas, lo cuál me dejó tan excitado que pensé que iba a correrme. 

Faltaba poco tiempo, así que me preguntó que cómo quería terminar y me puso un preservativo, le pedí que se pusiera como antes, boca arriba y yo sobre ella, la penetré con cuidado y cuando estuvimos cómodos le empecé a hacer cosquillas en las costillas con bastante intensidad, pero sin apretar mucho para no hacerle daño. Su movimiento frenético y su risa escandalosa hicieron que, debido al nivel de excitación y al contoneo de su cadera, yo estallara en un intenso orgasmo que fui incapaz de contener. 

Además de cosquillosa, fue una chica muy agradable hasta el último momento. Recuerdo que, mientras me vestía, ella jugaba a picarme los costados y yo daba saltitos y me reía mientras ella también reía maliciosamente. Al despedirnos, yo aproveché también para hacerle cosquillas en las costillas y ella me dijo que se lo había pasado muy bien.

Al salir de la habitación, me acompañó hasta la puerta. Por el pasillo, vimos que en una sala de estar se encontraban varias chicas, entre ellas, la mujer de la casa y la chica que se había asomado con ella. Yo me moría de vergüenza, pero ella se paró un momento para decirles:
- ¡Vaya susto le disteis al muchacho!
Todas se rieron, así que supuse que se lo habrían contado entre ellas. Les sonreí con timidez y me animé a decirles:
- Otro día volveré a hacerle cosquillas a alguna de vosotras.
Se rieron y nos despedimos.

Aunque no volví, esta estaría, sin dudarlo, en el top cinco de las mejores sesiones con escorts que he tenido.









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